viernes, 30 de noviembre de 2012

Cómo vivir en nuestras circunstancias

En nuestras circunstancias, quizá sería difícil en lo económico, en cuanto a nuestras relaciones o nuestra vida espiritual; pero podemos decidirnos a vencerlas o a sujetarnos a ellas. El apóstol Pablo confrontó situaciones adversas y no siempre le fue posible encontrar la paz y el gozo anhelado. No obstante, supo contentarse con cualquier situación en que se encontrara (Fil 4.11), pues aprendió a enfocarse en Cristo y no en sus circunstancias, en la soberanía divina y no en la voluntad humana, en los resultado positivos y no en el dolor personal.            

                    



 
Cómo vivir en nuestras circunstancias

Si pudiéramos cambiar una situación en particular, ¿lo haríamos?
En nuestras circunsatancias, quizá sería difícil en lo económico, en cuanto a nuestras relaciones o nuestra vida espiritual; pero podemos decidirnos a vencerlas o a sujetarnos a ellas. El apóstol Pablo confrontó situaciones adversas y no siempre le fue posible encontrar la paz y el gozo anhelado. No obstante, supo contentarse con cualquier situación en que se encontrara (Fil 4.11), pues aprendió a enfocarse en Cristo y no en sus circunstancias, en la soberanía divina y no en la voluntad humana, en los resultado positivos y no en el dolor personal.
Para sobreponerse a las adversidades debemos:
Enfocarnos en Cristo, no en las circunstancias. Al estar escribiendo a los filipenses, Pablo tenía muchas razones para quejarse. Estaba preso injustamente, encadenado a un soldado romano y amenazado con ser ejecutado. No obstante, él se regocijaba en el Señor y continuaba extendiendo el evangelio.
La epístola de Filipenses consta de 104 versículos y en ellos el nombre de Cristo se menciona 55 veces. Pese a las adversidades, Pablo decidió enfocar su atención en Él y regocijarse, pues ellas habían “redundado más bien para el progreso del evangelio” (Fil 1.12). Más adelante estuvo preso dos años en una casa alquilada en Roma “predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hch 28.30-31).
Además, podría haberse quejado, pero prefirió aprovechar todo lo que confrontaba basándose en un propósito definido, diciendo:
“Conforme a mi anhelo y esperanza que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (Fil 1.20).
Pablo aprendió que desde la perspectiva celestial no podría perder. Si hubiera estado libre podría haber continuado predicando y enseñando; si fuera ejecutado iría a estar con Cristo, lo cual le hizo decir: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil 1.21). O sea, que estaría gozoso en cualquier situación. Nosotros también podremos hacer frente a las dificultades, sabiendo que Cristo no solo nos cuidará por toda la eternidad, sino que podemos confiar en que nos cuidará durante
esta vida.
Enfocarnos en la soberanía divina, no en la voluntad humana. Una de las mejores fórmulas para vencer la adversidad es recordar que el Señor controla el universo (Sal 103.19). Pablo lo sabía bien, por lo que en Romanos 8.28 afirmó: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Eso no implica que el Señor
produzca las situaciones negativas sino que las permite para acercarnos más a Él y que aprendamos a depender de nuestro Padre celestial para ser fortalecidos y dirigidos por Él.
Quizá no entendamos por qué Dios permite que nos sucedan algunas cosas, pero debemos recordar que Él conoce nuestras necesidades antes de que nosotros las pidamos (Mt 6.8) y podemos confiar en que Él intervendrá para nuestro bien (Fil 2.13).
En lugar de preguntar al Padre por qué sucedió esto o aquello, roguémosle que logremos aprender la lección que Él nos imparta. Entreguémonos a Dios, busquemos su rostro para actuar ante las dificultades y Él intervendrá poderosamente en nuestra vida.
Enfocarnos en los resultados positivos, no en el dolor personal. El hecho de estar en prisión le dio a Pablo la oportunidad de compartir el mensaje de salvación con los guardias del pretorio (Fil 1.13); es decir, allí pudo hablar con libertad a los guardaespaldas del emperador. Es más, toda la ciudad supo que había sido encarcelado injustamente debido a su fe. No obstante, en lugar de que eso atemorizara a los creyentes, ellos cobraron “ánimo en el Señor” y se atrevieron mucho más a hablar la palabra sin temor” (Fil 1.14). Pablo pudo ver la mano de Dios en su encarcelamiento: lo que parecía un gran impedimentopara su ministerio, increíblemente se convirtió en una época muy fructífera, pues en el corazón del imperio romano se escuchó el evangelio con claridad y efectividad.
No solo eso, sino que debido a sus prisiones el apóstol tuvo tiempo suficiente para escribir muchos de los libros del Nuevo Testamento. Si no hubiera sido arrestado, habría sido casi imposible que nosotros tuviéramos esas cartas que sirvieron como bases sólidas para la mayor parte de la teología cristiana a lo largo de los siglos.
En lugar de preocuparse por evitar sus luchas, el apóstol mantuvo su enfoque en sus relaciones con el Señor, por lo que pudo decir: “…ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil 3.8). En nuestro caso, si deseamos obtener victorias espirituales en medio del sufrimiento, debemos tener una actitud semejante a la del apóstol. Solo por el hecho de fijar nuestros ojos en el Señor Jesucristo y depender de la dirección del Espíritu Santo y su poder inigualable y asombroso, nuestro espíritu podrá seguir superándose para servir mejor al Señor.